No recuerdo la última vez que vi-viví la mañana.
Los desencuentros eternos, la acidez de la palabra.
Infinito puñal, el no querer despertar.
Aquel sueño nos perdió, en el lejano y eterno
cielo rojo de nuestra sangre.
Derrama su líquido cerebral sobre mi cuerpo,
no acaba, le estalla la cabeza.
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