27 de junio de 2017

En el fondo de su realidad cósmica de monstruos sexuales, creo que Val, deseaba que Facundo muriera, hacer eterno al Adonis de pelo negro y largo, con labios prendidos por la flama del Demonio que los dominaba a los dos. La aguja y Ella, lo nauseabundo, lo podrido, lo perturbante, logró que se encontraran allí en el camino al mundo irreal de la mente perturbada por el pico, el vicio del olor de la piel de Facundo, el cuerpo viciado de Facundo, los ojos grises extasiados y, a la vez, solitarios. El miedo a la oscuridad y la soledad del juego de los cuerpos vacíos y aún así sedientos de sangre, o Facundo sediento de sangre, temeroso a la luz, al olvido. Val frenético, sucio, poco realista, pues su mente se volvió poco realista, el deseo de los cuerpos, el deseo de la eternidad, un último tiro de suerte al azar, el encuentro en los subsuelos de su mente, el pelo negro, los barcos grasientos, el agua estancada, la vena, la sangre, supurada.