9 de agosto de 2014

la idea 1

Nadie que escribe está lejos de nada, incluso es más vulnerable que cualquier persona que no esquiva la palabra. Todo nos toca, todo nos hiere, nos marca, nos deja incluso aterrados. Sentimos por nosotros y por los demás, lloramos a escondidas (cuando podemos), hablamos incoherencias y agravios salen sin pensarlo. Frustrados e inteligibles por no alcanzar lo deseado, nos ocultamos en un nido de palabras inconexas que duran un segundo en nuestra mente, nos atiborramos de cosas más allá de nuestro ser, y no comprendemos porqué no podemos hacer nada. El ego destruye toda idea de imposible pero nuestras ideas se caen con tal rapidez por recordar nuestra condición humana. Recordamos y volvemos a olvidar nuestro deseo de ser nuestro dios, nuestra propia diosa. El ego destruye de a poco toda idea de criterio propio, olvidamos pocas veces la modestia, la humildad nos deja de lado.