11 de marzo de 2013

Este último año me preguntaba sobre la muerte, siempre hay un mes del año en que me atormenta por razones desconocidas. Pero especialmente, no he vivido muerte que afecte realmente mi psiquis o mi modo de ver la muerte. Hace un par de semanas atrás falleció el papá de unos amigos, increíble, pero la primera vez que en meses no lloraba tanto, sentí que algo en mí se desato, ver dolor, duele, más cuando la persona cercana que sufre no entiende aún su dolor. Algunos creen que lo más difícil del duelo es aceptarlo y tratar de comprenderlo, creo que esto último es en vano. No podemos comprender a la muerte tal cual no podemos comprender el paso del tiempo, no podemos comprender los giros y reveses que da nuestra vida, menos aún, algo tan abstracto como la muerte. Siempre me pregunte qué tan cerca puedo estar de la muerte, cada día vivo mi día, me conformo con ella, pero no hay nada que sobrepase y supere el límite de satisfacción  aún. Me vuelvo a preguntar qué tan feliz soy, dentro de lo que yo llamo felicidad, y qué tan conformista soy llevando una vida sumamente rutinaria. Me contradicen, al hacer que de a poco me acerque a la vida que no es mía, o no me pertenece aún. Mi momento es espontaneo, por eso no temo a mí muerte, deambuló pensando en la muerte de mis pares, amigos, lo único que encuentro es dolor, no miedo. El miedo se hace presente cuando sos consciente de tu propia muerte, creo que pocas personas pueden darse el lujo de temerle. Algunos muy cobardes la esquivan, la reconocen de lejos y tratan de que sus mentes la olviden, su temor aumenta, le temen porque no sabe cuándo realizará su acto final. El resultado final es el dolor.

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